El Espacio Schengen es una zona definida que permite la libre circulación de personas y mercancías entre los países pertenecientes a la Unión Europea, con algunas excepciones. El espacio tiene su origen en el Acuerdo de Schengen, tratado firmado en 1985 en la localidad luxemburguesa de su mismo nombre. En la actualidad, la mayoría de los estados miembros de la UE han ratificado este acuerdo, aunque también hay países como Irlanda, que aunque forman parte de la Unión, no están dentro del espacio. También hay casos de estados no afiliados a Bruselas que sí que han firmado el acuerdo, como Suiza o Noruega. 

Antes de la entrada en vigor del tratado, las fronteras interiores de Europa estaban vigiladas por controles fronterizos, ya sean en los aeropuertos o carreteras. Ahora con el acuerdo en efecto, se puede viajar por dentro de Europa sin tener que pasar por aduanas, solo las personas que accedan desde fuera del espacio tienen que pasar controles. En la práctica, desde un punto de vista fronterizo, esto convierte al Espacio Schengen en un gran país.

Algunas desventajas que tiene el acuerdo son que el flujo migratorio interior sufre un descontrol, ya que no hay manera de vigilar ni dirigir el movimiento de personas en dichas fronteras. Otro perjuicio importante es que el crimen sale beneficiado de la supresión de controles fronterizos, permitiendo el fácil desplazamiento de mercancías ilegales o criminales por los países europeos. Sin embargo, la mayoría son ventajas, como por ejemplo que los ciudadanos del espacio pueden estudiar en cualquier país del acuerdo sin apenas problemas, o que al no tener controles aduaneros, hay muchos menos atascos, lo que deriva en un flujo ininterrumpido de mercancías.

Hay momentos en los que un país necesita cerrar o controlar sus fronteras, por lo que en circunstancias excepcionales, y previa consulta con el resto de estados comunitarios, si que hay situaciones donde las fronteras pueden sufrir cierres o la implantación de controles.